El corzo es uno de los animales más bellos y elegantes que podemos encontrarnos en nuestras salidas por los montes del Sistema Ibérico Norte. De hecho, es probablemente el mamífero más fácil de ver en una salida campera por estos lares. Ante la supuesta abundancia actual de la especie, contrasta la situación en que se llegó a encontrar en la primera mitad del siglo XX, sin duda la época en que España alcanzó sus mínimos históricos en cuanto a superficie arbolada, espacios naturales, y fauna salvaje. En aquellos tiempos el corzo llegó a ser una especie marginal, confinada a las áreas montanas. Algo parecido, aunque más grave aún, le ocurrió al ciervo, pero de eso hablaremos en el capítulo correspondiente. Tras sobrevivir a aquel brete, el corzo, prácticamente sin ayuda ni intercesión humana (aunque favorecido por la despoblación rural, las políticas de repoblación forestal, espacios protegidos y demás, claro) comenzó su expansión. Esa expansión ha sido tan significativa, que hoy en día incluso ha alcanzado zonas en las que su presencia resulta inusitada incluso para los más viejos, como las estepas cerealistas de Palencia y Valladolid, terrenos muy desarbolados y llanos, donde este pequeño artiodáctilo se ha establecido con sorprendente éxito en los últimos años.
En las estribaciones del Ibérico Norte es frecuente encontrárselo pastando en el final de invierno e inicio de primavera en las piezas de trigo y cebada con orlas forestales de pino o roble, en grupos familiares. Tan sólo hay que mirar a un lado desde cualquier carretera para ver esta escena.
El corzo es incluso un animal periurbano, que frecuenta los robledales y encinares que rodean capitales como Soria y Burgos, siendo visible desde las viviendas periféricas de estas ciudades con mucha frecuencia. Curiosamente, hasta hace unos años era considerada una especie muy esquiva.
Si algo caracteriza al corzo, y lo distingue fácilmente de las ciervas (porque un ciervo macho es inconfundible) en observaciones a gran distancia (a corta distancia es difícil confundirles porque sus respectivos tamaños son considerablemente diferentes, la cierva es mucho mayor) es su escudete anal, blanco como la nieve, de forma que destaca mucho en el monte. En los machos el escudete tiene forma de riñón tumbado,
En las hembras, la mancha blanca presenta un pico hacia abajo, como puede observarse en esta imagen, en la corza que está más a la derecha, de espaldas a la cámara:
Otros rasgos propios de la especie, son su boca blanca inserta en un morro oscuro, más chato que el de los ciervos, y sus enormes orejotas, que en ciertos individuos llegan a ser desproporcionadas con respecto a la cabeza,
El macho luce una cuerna característica, más sencilla y corta que las de los ciervos, aunque similar en constitución. Cada año se desprende de ellas en otoño (desmogue) y le salen unas nuevas en invierno tardío (en enero o febrero en nuestras latitudes). Al principio las cuernas están cubiertas de un tejido sedoso, una borra que cubre el material córneo, como se observa en este ejemplar, con las cuernas recién emergidas, de formas redondeadas:
Poco a poco, y aún debajo de la borra, la cuerna crece y van adivinándose las puntas (el primer año dos varas rectas, el segundo una horquilla de dos puntas, y a partir de entonces las tres puntas definitivas). Estamos en los inicios de la primavera:
Los corzos se avienen a vivir en grupo en los meses de invierno, durante los cuales es frecuente ver a los machos insertos en rebaños, en convivencia con hembras e incluso con otros machos. Seguimos aún en el inicio de la primavera, allá por marzo:
En primavera los machos se rascan contra los troncos de los árboles, dejando en ellos marcas reconocibles, para librarse de la borra, y así dejar la cuerna limpia y lisa. Al mismo tiempo, van dispersándose los grupos, y despertando el fuerte instinto territorial que les caracteriza. Estamos en la época en que se les observa en solitario, al tiempo que mudan el pelaje. El color pardo grisáceo invernal da paso al rojizo brillante del verano. Estamos en mayo.
A estas alturas, los machos se tornan cada vez más ariscos y nerviosos, están a las puertas del celo, que se produce al inicio del verano. En este tiempo no toleran la presencia de otros machos en su proximidad, y se vuelven muy agresivos, hasta el punto de que pueden llegar a matarse. Se denomina ladra, debido a que, de forma similar a la de los venados, los machos de corzo emiten sonidos para reafirmar su bravura y llamar la atención de las hembras. El sonido del corzo es ronco y corto, y se repite muchas veces, sonando muy parecido al ladrido de un perro, pero con matices característicos. Es muy fácil escucharles en el monte en esta fase, de hecho, responden con ladridos ante cualquier intromisión, aunque sea humana. En el siguiente corte de video, lo podemos escuchar:
Las corzas, por su parte, son mochas (no tienen cuernas) y muy similares morfológicamente a los machos, aunque un poco más pequeñas en tamaño. Además presentan el matiz del escudete anal, esa prolongación inferior de la que hablábamos anteriormente. En los rebaños invernales, tienen mayor presencia que los machos, así como sus crías. Obsérvese que, al igual que estos, también presentan un pelaje pardo grisáceo en invierno. Son fácilmente observables al atardecer, pastando en piezas de cereal.
Cuando los grupos comienzan a dispersarse, en primavera, podemos observar alguna hembra preñada durante la ladra del verano anterior, como la que vemos a continuación, que posa mirando a cámara una tarde de abril.
Aprovecho para introducir una de las características más reseñables del corzo como especie, que es la implantación diferida de los óvulos fecundados. Esta propiedad, que comparte con otros mamíferos como las comadrejas, nutrias, tejones, o las liebres, le permite a la corza albergar un óvulo fecundado en su seno en estado latente, sin que este se desarrolle hasta que las condiciones sean propicias para la futura cría. Por eso, el tiempo de gestación en estas especies no es fijo. Los partos suelen ser en primavera, en nuestra área se producen frecuentemente en mayo. Otra curiosidad de esta especie es el aparente abandono de las crías recién nacidas. Es relativamente común, cuando uno da un paseo por el campo en Soria en mayo, por ejemplo, encontrarse una cría de corzo tumbada en el suelo, inmóvil pero viva, que no huye ni reacciona bruscamente ante nuestra presencia, como si estuviera enferma y abandonada.
Aunque el animal de la imagen es un cervatillo, y no un corcino, sirva para ilustrar la situación. En esos casos no tocaremos a la cría bajo ningún concepto, pues normalmente ni están abandonadas ni les ocurre nada malo. Aunque no la veamos, la madre estará muy cerca, y muy preocupada por la cría. Si la hemos tocado, podemos impregnarla con nuestro olor humano, y provocar un rechazo posterior por parte de la madre. La estrategia que utilizan las crías contra la depredación es estarse muy quietas, ocultas por las hierbas o matorrales, mientras sus madres salen corriendo en otra dirección, tratando de llamar la atención del depredador y que éste las persiga, alejándole del lugar donde reposa la cría.
Para terminar, otro corte de video que representa muy bien cómo es un encuentro con una corza desprevenida en medio del bosque.
Espero que os haya gustado el reportaje.
Un saludo, y hasta el siguiente
¡Me ha encantado el reportaje! Has hecho una buenísima descripción de la biología del corzo. Por cierto, las fotos son una pasada.
ResponderEliminarEnhorabuena por el reportaje! Unas fotos espectaculares de este simpático cérvido. Si me permites, me temo que las fotos de la cría no son de corzo sino de ciervo. Un saludo.
ResponderEliminarGracias, amigo, por tu comentario, me alegra que te haya gustado. No obstante, tengo que disentir contigo, porque sí que se trata de una cría de corzo, ya no solo por sus características, que son típicas de corzino, sino porque, además, la madre, que estaba inquieta por allí tratando de atraer mi atención para alejarme de su cría, era una corza, lo cual ya no deja lugar a la más mínima duda. En cualquier caso, se agradece la aportación. Un cordial saludo
ResponderEliminarHola de nuevo! Mira, se trata de una cría de ciervo. El corzo, además de ser más pequeño que el ciervo, tiene un cráneo más chato (el hocico es más corto). Por otra parte, el ciervo tiene una línea negra que recorre todo el lomo del animal.
ResponderEliminarAquí hay unas imágenes donde se ve muy bien (la primera es de un corcino, la segunda de un cervatillo):
1. http://blogs.20minutos.es/cronicaverde/files/corcino.jpg
2. http://4.bp.blogspot.com/-u8ZZ3GG_tkw/UZqdEQuEpdI/AAAAAAAAA6c/Fy6wIuQL8jQ/s1600/_DSC2250.jpg
Espero haber sido de ayuda, un saludo!
Definitivamente, tienes razón. La casual presencia de una corza por los alrededores nos confundió. Gracias por la aportación.
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