jueves, 26 de julio de 2012

DESPOBLADO DE ARMEJÚN

Armejún (Soria), 9 de octubre de 2009.

Entre los abundantes despoblados de la comarca de Tierras Altas, Armejún destaca como uno de los mayores en tamaño. Si a eso añadimos su privilegiada situación, cayendo por la ladera cerca de la cumbre de un cerro, con casas colgadas y magníficas vistas, y su aislamiento, pues dista unos 20 km por pistas forestales desde Taniñe, tendremos un objetivo más que interesante para visitar.



La misma pista forestal que nos condujo hasta Buimanco (ver el reportaje correspondiente en este mismo blog), partiendo de Taniñe en dirección al este, enlaza otros tres de los 6 pueblos abandonados que vegetan en el valle del Linares. Para alcanzar el espectacular despoblado de Armejún deberemos continuar por la pista después de Buimanco, siguiendo hacia el norte, y superar varias revueltas hasta llegar a Valdemoro de San Pedro, también despoblado. Pasado éste, las curvas se acentúan, hendiendo la ladera al salvar cada barranco, hasta que, pasado un regato, se divisan las primeras construcciones ruinosas de Armejún:




El camino se bifurca poco antes de alcanzar el pueblo. Si seguimos recto, descenderemos hasta el último de los despoblados sorianos del Linares, Villarijo. Si, por el contrario, tomamos el ramal de la izquierda, entraremos en Armejún. Desviándonos un poco por el ramal de Villarijo obtendremos, no obstante, las mejores vistas del conjunto de Armejún, como estas:





Lo primero que llama la atención de Armejún son sus calles empedradas, que se mantienen, en muchos casos, en un estado aceptable, escasamente invadidas por la vegetación.










En medio de estas estrechas calles aparecen, de cuando en cuando, algunos árboles aislados, como los preciosos serbales, parcialmente teñidos con los tonos otoñales:



 Algunos ciruelos,































Y una buena representación de olmos, algunos de ellos aún en buen estado de salud, a pesar de tener ya un cierto desarrollo,






 
Otros, por contra, se encuentran ya visiblemente dañados por la grafiosis que asola la especie a lo largo y ancho de nuestro territorio:














Si bien se puede decir que el estado de conservación de Armejún, en cuanto a edificaciones, es mejor del que cabría esperar en base a los años de abandono que padece, abundan igualmente las casas hundidas y las ruinas invadidas por la vegetación:







La iglesia tiene un diseño casi calcado al que se observa en Vea y Buimanco pero, a diferencia de lo que ocurre en aquellas, en Armejún se encuentra cerrada a cal y canto, por lo que es posible que el interior no se encuentre tan deteriorado como los que hemos encontrado en sus pueblos vecinos.







Junto al pueblo, muros derruidos delimitan una zona que debió de ocuparse antaño con huertos de frutales. En general la vegetación silvestre ha invadido y dominado estos terrenos, pero aún existen notables ejemplares de frutales tradicionales de nuestra tierra, con dominancia de manzanos y ciruelos, 


así como de algunas especies autóctonas desgraciadamente poco utilizadas en la actualidad, como el serbal:




O el moral,



Para despedir este pequeño reportaje, una imagen de las vistas de que gozaban los habitantes de las casas colgadas de Armejún, cuando miraban hacia el noreste, en el sentido del curso de las aguas del Linares, que discurre por el fondo del valle.




Quién sabe si estos asentamientos desolados podrán tener un nuevo futuro, si nuevas gentes poblarán de nuevo estos maravillosos valles. Hoy por hoy, el territorio pertenece a los animales salvajes que, confiados, pasean por estas fantasmales calles cada noche.

lunes, 9 de julio de 2012

LOS "ARRIBES" DEL ALHAMA

Suellacabras (Soria), 30 de agosto de 2008

En los alrededores de Suellacabras, pueblo soriano a la vera de la Sierra del Almuerzo, próximo a la capital, tenemos una buena muestra de rico bosque mediterráneo, envolviendo al área de nacimiento del río Alhama, una de las venas más importantes de cuantas irrigan y alimentan las huertas riojanas. A mi juicio, lo más destacable de este tramo alto del Alhama, es la profundidad de su barranco, cómo horada la tierra formando un angosto valle por el que desciende considerablemente de altura en muy pocos kilómetros. El nacimiento se localiza en el término de Suellacabras, a unos 1.400 m de altitud, y en un corto tramo, a su paso por la bella localidad de Magaña, el río ya discurre a 900 m, comenzando allí una suerte de meandros consecutivos, poblados de antiguos molinos en ruinas, a lo largo de un valle profundo y estrecho. Poco después el valle se abre, y el Alhama afronta las vegas bajas de Cigudosa, a poco más de 700 m, para después abandonar, de nuevo entre curvas y angosturas, las tierras sorianas para encontrarse con las huertas de Aguilar del río Alhama, en La Rioja.

Llegados a Suellacabras, debemos tomar un camino que sale hacia el norte del pueblo. Pronto veremos, destacando por encima de un encinar, el perfil del monte Ayedo de Tierras Altas, que se extiende entre San Pedro Manrique y Yanguas.



El encinar en el que penetramos es muy denso, y abundan en él zonas de degradación pobladas de matorral, donde destaca el enebro (Juniperus communis), acompañado en menor medida de majuelos, escaramujos y endrinos, fuentes de alimento de multitud de aves (mirlos, zorzales, currucas capirotadas, palomas torcaces, petirrojos…, así como de raposos, tasugos (=tejones) y garduñas (o fuinas, como se las conoce en algunos lugares de Soria).  



A nuestra espalda, la cara norte de la Sierra del Almuerzo, ocupada igualmente por enebral. La cara oeste, a la altura de Narros, presenta un aspecto muy diferente, con tupidos rebollares y encinares que se sustituyen en las zonas altas por pinar albar, muchas mañanas de invierno envuelto en niebla. En esas zonas de la sierra el suelo, protegido por las copas de los árboles, guarda más humedad, y se cubre de un tapiz de gayuba (Arctostaphylos uva-ursi).



Cruzado un primer arroyo, vista de estos primeros tramos de camino.




Poco después hallamos los restos del castro celtíbero de “Los Castellares”, engullido por el monte, y del que muestro aquí lo que queda de su muralla oeste.



Un cartel nos indica la dirección a la zona de nacimiento del río Alhama. Por este lado, lo que tenemos son algunos arroyuelos, en cuyos cauces se guarda algo de humedad y frescor, y se observan típicas herbáceas riparias. No faltan saltos rocosos, ahora secos, en los que dentro de poco volverán a verse pequeñas cascadas. Junto al cauce, llama la atención una encina seca invadida de líquenes y cuscutáceas.



A partir de ahí el camino se estrecha…
 






A medida que se va formando el valle y el camino empieza a descender ligeramente, las encinas se van alternando con algunos robles. Hay rebollos (Quercus pyrenaica), hay quejigos (Quercus faginea), y hay también híbridos entre ambas especies: Quercus x numantina, con características intermedias entre los otros dos, como el pie al que corresponden estas imágenes:














Como todos los de la zona, el bosque es rico en fauna, tanto de caza mayor como de menor. Precisamente, junto a un puesto de palomeros, encontramos este llamativo ejemplar de encina, aparentemente hendida por un rayo.



El camino desciende hasta encontrarse de nuevo con el curso del Alhama, ya en el fondo de un incipiente valle. A esta altura el río ha ganado caudal y anchura, y presenta vegetación riparia típica, con sauces, chopos, griñoleras, etc. En la ladera contraria asoman los restos de un aprisco abandonado, como tantas otras edificaciones en ruinas que se ven por los montes de esta olvidada y despoblada tierra.






Arroyos aquí y allá fluyen por barranquillos aportando caudal al régimen del Alhama. Junto a uno de ellos, encontramos este esbelto quejigo. 
















Una vez ganada la orilla del río, al fondo del valle, el camino vira de regreso a Suellacabras, remontando el cauce. Hallamos un molino abandonado, recuerdo de los tiempos en los que el hombre sacaba partido de este entorno.




 
El paisaje vegetal mediterráneo de este valle recuerda en cierto modo, salvando las distancias, al también muy mediterráneo de los Arribes del Duero zamorano-salmantinos. A pequeña escala, pero con un tipo de encanto similar. Ahí van dos fotos que ilustran este comentario. 



Y es que, tratándose de un río apenas recién nacido y encontrarnos a unos 1100 metros, no deja de ser sorprendente la fronda que se encuentra uno allí.


De nuevo el camino se ensancha, señal de que nos vamos acercando al pueblo.



Un bonito puente sale a nuestro encuentro.



Aquí las ruinas de una curiosa ermita, dedicada a San Caprasio, quien sin duda tiene que ver con el nombre de Suellacabras.


Salimos del valle, ascendiendo hacia el casco de Suellacabras. Ganadas las primeras casas del pueblo, última vista atrás para despedirnos de este sorprendente valle, que aguas abajo se encajona y hunde más y más, formando espectaculares gargantas como la de Magaña.


Eso es todo, me despido invitándoos a conocer esta despoblada comarca, llena de incentivos tanto naturales como culturales, con numerosos pueblos abandonados y perdidos en cuyas ruinas resuenan ecos de un esplendor ya muy antiguo y olvidado.