lunes, 26 de noviembre de 2012

LAGUNA GLACIAR DE CEBOLLERA

La laguna de Cebollera es la huella patente de un antiguo glaciar que, a diferencia de la mayoría de los muchos cuyas marcas pueblan las sierras de la Ibérica Norte, está orientado al sur, lo que hace aún más meritoria su pervivencia hasta recientes eras, hablando en términos geológicos. 


El camino más franco para acceder a ella parte de Molinos de Razón (Soria), discurre por pistas forestales principales, entre masas de repoblación de pino albar, cruza el río Razoncillo...


...y conduce hasta la conocida explanada del Bercolar, un prado extenso cubierto por el brezo, donde pastan vacas y yeguas, y desde el cual obtenemos una visión diáfana de la parte central de la Sierra Cebollera.



Esta extensión despejada se encuentra flanqueada, a la izquierda, por los robledales y hayedos caducifolios que cubren las laderas orientales de la Loma de Picorzo, y, a la derecha, por el extenso pinar albar. Si seguimos el curso del Razoncillo en sentido inverso, pronto nos encontraremos con un imponente hayedo, cuyos desnudos ramillos violetas lucen así en invierno:



Y lo hacen así en su momento de máximo esplendor, el otoño:




Los arroyos que forman el Razoncillo, afluente del Razón, fluyen todo el año por entre estos bosques enmarañados, siendo el alimento de una tremenda biodiversidad,


Retornando al camino de la Laguna, de nuevo en el Bercolar, localizamos, en el perfil de la sierra, la morfología del circo glaciar que delata la ubicación del lago, aunque desde aquí no podemos ver sus aguas:



A partir de la majada, en el punto más elevado del Bercolar, el camino se torna marcadamente ascendente, y así seguirá siendo hasta que alcancemos nuestro objetivo.




El lento caminar por estas pistas nos deja vistas magníficas, como el peñón del Alto de Cueva Mayor, sobresaliendo invernal y brumoso entre el verde de los pinos,


La mansa y venteada cumbre del pico Cebollera (2.142 m),


amén de los preciosos contrastes entre las ramas desnudas de los caducifolios y las vestidas de los pinos,





Pero no son los pinos los únicos árboles de hoja perenne que pueblan estas montañas, también los acebos aparecen salpicados en la masa forestal (para muestra el de la imagen siguiente, acosado por la nieve), así como enebros y algún que otro tejo.


En cuanto a las especies caducifolias, como comentábamos anteriormente, son hayas y robles (tanto robles rebollos como robles albares) quienes ejercen como especies principales, pero hay un sinfín de ejemplos de otras especies secundarias: serbales de cazadores, mostajos, maguillos, perales monteses, tilos, sauces, olmos de montaña, arces, abedules, como los que flanquean el camino en la siguiente imagen.... así como una gran variedad de arbustivas. 


 Todas estas especies vegetales conforman un paisaje de alta biodiversidad, que ofrece infinidad de soluciones alimenticias para la abundancia de insectos, aves y mamíferos que habitan estos lares. Sin embargo, el elemento central que hace posible esta explosión de diversidad, es el agua, que observamos en estas laderas derramarse por cada rincón:







A medida que ascendemos, es más grueso el manto blanco, como denotan las roderas sin fondo...


Como quiera que la nieve es el sustrato más propicio para la impresión de rastros, en las jornadas invernales los caminos de Cebollera se convierten en enciclopedias de la huella animal. Aparece por doquier el rastro del ciervo, omnipresente en estos montes:

 




Encontramos también el rastro de la simpática ardilla roja:




Nos tropezamos con un rastro que parece de perdiz, y nos preguntamos si pudiera haber sido impreso por la escasa y esquiva perdiz pardilla, de la que apenas unos pocos supervivientes pueden quedar en estas montañas:


Ya estamos cerca de la laguna glaciar de Cebollera, en el entorno de la cual habitan otros curiosos animales, representantes de una clase muy diferente a los hasta ahora citados. Dado que estos animalillos no están activos en invierno, hemos de trasladar la acción al otoño temprano. Se trata de los anfibios que hacen vida en las oxigenadas aguas de la alta montaña. Empezamos con el tritón jaspeado, precioso animal, que no suele habitar a grandes alturas, pero en el Ibérico Norte hace una excepción:



Los tritones jaspeados son muy lentos en tierra firme, de modo que, en otoño, cuando cruzan los caminos en busca de sus nidos de hibernación, resultan muchas veces aplastados por las ruedas de los vehículos que circulan por las pistas. Aprovechamos, pues, para hacer un llamamiento a las personas que conducen por estos lares, para que estén atentos a estas manchas verdosas que están en el suelo y traten de evitarlos, que no andamos sobrados de ellos.

Otro anfibio común en los alrededores de la laguna es el sapo partero:



Y, cómo no, la fotogénica ranita de San Antonio:


Y, por fin, y cambiando una vez más de estación (disculpad el mareo), iniciamos la parte final de la ascensión a la laguna glaciar, en pleno verano. Al fondo, aparecen las paredes escarpadas del circo glaciar,



En sus alrededores, la vegetación arbórea comienza a dejar paso al pasto y matorral de alta montaña, pues nos hallamos ya sobre los 1.800 m. Sólo el pino negro (Pinus uncinata) se encuentra cómodo a mayores alturas, y lo vemos representado a los lados del camino. 


Al fin, la laguna de Cebollera



Proseguimos el ascenso hacia el Alto de Cueva Mayor, para apreciar la circunferencia entera del lago glaciar desde el plano cenital,


Y esto es lo que divisamos,


Con esto, damos por finalizado el reportaje, recomendando muy mucho la visita a esta zona de Soria, poco masificada y repleta de alicientes, al tiempo que pedimos a los visitantes que admiren y respeten tanto la magnífica natura que van a encontrar, como las actividades de las gentes que habitan la comarca, ya sean ganaderos, agricultores o cazadores, pues todos cabemos en este espacio, y todos queremos que siga perviviendo, y para ello es cosa fundamental que haya paisanos que puedan vivir en los pueblos, pues son, en esencia, quienes cuidan el monte. Un saludo a todos, nos encontramos en próximos reportajes,




miércoles, 7 de noviembre de 2012

BARBUDA O APAGADOR. Coprinus comatus

Nombre científico: Coprinus comatus (O.F. Müll.) Pers.
Nombre común: barbuda, apagador, matacandil, chipirón de monte
Comestibilidad: excelente comestible en estado joven

La barbuda es una seta que, más que salir en su busca, es ella la que viene a tu encuentro. Hoy, por ejemplo, salimos temprano provistos de cesta y navaja a echar la jornada recolectando boletus o migueles y, de paso, seguir indagando en la tremenda diversidad de especies que habitan estas tierras nuestras, pues todos los días tiene uno la oportunidad de hallar setas que aún no conoce, y luego acudir a las guías para tratar de identificarla, una labor interminable pero interesante. En ello estábamos cuando tuvimos la suerte de encontrar un buen grupo de barbudas a orilla de una pista forestal. Muchas de ellas estaban emboscadas entre las zarzas, haciendo difícil o imposible su recogida.

Otras nos lo pusieron más fácil...

Poco a poco, conseguimos hacernos con ejemplares suficientes para una buena cena

La barbuda o apagador es una especie bastante conocida y popular, muy fácil de reconocer y muy buen comestible en sus estadios juveniles. Se diferencia fácilmente por sus características escamas blancas en el sombrero y porque su superficie tiene aspecto lanudo. Tanto la carne como el pie son blancos, este último hueco, fibroso, engrosado en la base y con un anillo muy fino que desaparece rápidamente.

La encontramos normalmente en grupos, en bordes de caminos, pastizales bien abonados, parques, escombreras, terrenos removidos, jardines... desde la primavera hasta otoño. Hay que tener cuidado y recolectar sólo los ejemplares que estén lejos de zonas con posibilidad de contaminación, puesto que es una especie bastante propensa a adquirir contaminantes del suelo. Por tanto, hay que evitar las zonas susceptibles de presentar toxicidad en el ambiente o en el terreno, como cunetas de carreteras, polígonos industriales, jardines urbanos, etc... 

Con esta especie es totalmente necesario cumplir la máxima "del campo a la mesa", puesto que las barbudas se estropean a las pocas horas de recogerlas. Sus láminas comienzan a licuarse a las pocas horas de la recolección convirtiéndose en un líquido negro similar a la tinta, una sopa de esporas.

Se considera un excelente comestible, de hecho es una de nuestras setas favoritas, de sabor suave, delicado y característico, por lo que nunca desaprovechamos la oportunidad de recogerla cuando se presenta. Se puede consumir de todas las maneras imaginables, en crudo como complemento de una ensalada es una de las formas en que mejor se aprecia su sabor. Cocinada también resulta exquisita, rellena de carne, en salsa para acompañar pescados y carnes o simplemente pasándola ligeramente por la sartén acompañada de ajo y perejil, tal y como decidimos hacerlo en esta ocasión.

Os puedo asegurar que esta simple receta resultó deliciosa.




jueves, 1 de noviembre de 2012

LA MAGIA DEL HOSTAZA

Diustes, 29 de octubre de 2012


Si me preguntan por el enclave que más me gusta de la provincia de Soria, me resultará moralmente comprometido el decidirme por uno, pero a mi mente siempre acudirá, entre las primeras opciones, este alto valle del río Hostaza, y en concreto el asombroso entorno del bonito pueblo de Diustes. El Hostaza nace en la esquina más septentrional de Soria, en las cumbres de Monte Real, rayanas con La Rioja. Desde ahí, busca el este por un profundo y estrecho valle, profusamente cubierto de vegetación, encontrando en su camino los pueblos de Diustes y Camporredondo antes de salir a una zona más abierta y apacible, y morir en el Cidacos en Villar del Río. De la parte alta, en Diustes y Camporredondo, lo que más se suele mencionar es su fenomenal hayedo, denso y maduro, una reliquia de frondosas que cubre vistosamente la ladera orientada al norte.


Pero comencemos la descripción del paraje en el pueblo de Diustes, donde muere la carretera local SO-P-1130. Según el INE, la población mantiene 5 habitantes, pero es visitada a menudo por todos quienes allí tienen casa, de forma que su casco se encuentra muy cuidado. Curiosamente, cuando uno llega a Diustes con el coche, una de las primeras cosas que se encuentra es el cartel del fin del pueblo. Es que la carretera muere justo en la calle de entrada, así que los carteles de principio y fin del pueblo se encuentran seguidos. Esta entrada es vistosa, enmarcada por sendas filas de árboles plantados que ambientan el paseo. Al final, el tradicional lavadero del pueblo,


Entre huertas en las que abundan los nogales, bajamos hacia el río Hostaza

 

Aquí encontramos uno de los tres bonitos puentes de piedra que tiene Diustes, y es que en sus calles confluyen dos ríos; el propio Hostaza y el Arroyo del Valle.



Varias son las especies "exóticas" de árboles que pueblan parte del monte sur de Diustes. Entre ellas, destacan las píceas o abetos rojos (Picea abies). En el entorno del puente sobre el Hostaza, encontramos también abetos blancos, ciruelos japoneses, y, como curiosidad, un imponente pinsapo (Abies pinsapo), endemismo del extremo sur de España y zonas del Atlas, que luce así de majo en la ribera del Hostaza,


El Hostaza limita el casco del pueblo por el sur, mientras que el Aº del Valle cruza por la mitad, separando Diustes en dos, y ofreciendo el frescor y belleza que aporta la presencia del agua cayendo por las calles.


Algunas casas caídas nos recuerdan que estamos en la comarca de Tierras Altas de Soria, la más despoblada de España y una de las que más en la Unión Europea. No obstante, Diustes tiene muchas casas en buen estado y algunas en proceso de reforma, demostrando que aún tiene quien lo ciude.



Calles cubiertas de hierba nos conducen hasta el entorno de la iglesia

 

En el centro del pueblo, calles empedradas y estrechas,






La fuente que mana en el mismo centro del casco,

Pero lo mejor de todo en Diustes, es su entorno. Mire uno para donde mire, obtiene preciosas imágenes, ya sea de su fenomeal hayedo, que en estas imágenes nos ofrece su espectacular morfo otoñal, con la ligera aparición de manchas de nieve en la parte superior, fruto de la primera nevada del otoño de 2012



 

De sus grandes pinares de pino albar y pino laricio, con manchas de píceas...



O sus diversos bosques de ribera, donde destacan altos chopos,

 

Una vez documentado este precioso pueblo, nos ponemos en camino hacia su vecino Camporredondo, siguiendo el curso del Hostaza por una rica galería de árboles riparios, formada por avellanos, cerezos, arces, acebos, endrinos, boneteros y majuelos  





Pronto nos encontramos bajo el profundo hayedo, que en esta época del año abruma con su paleta de colores,

 
 
 
 

Al poco, alcanzamos la población de Camporredondo por su parte más elevada, y lo primero que encontramos es una caseta rodeada de endrinos,



Descendemos hasta la calle de acceso por el camino de Diustes,



Por encima de las fachadas derruidas de la parte alta de Camporredondo, asoma el colorido del hayedo,



Muchas casas caídas, fruto del abandono que acusan estas tierras, ven cómo cerezos y arces pugnan por derribar sus muros y techos



El rastro de un pequeño arroyo que cae por una calle enredada de zarzas...


...nos conduce hasta una fuente escondida, cuyo caño gotea poco a poco, sacando el agua de la montaña


Bajamos hacia la zona central de Camporredondo, donde está la iglesia, encontrando más desolación y olvido,


 



Enfrente de la iglesia, un decrépito manzano sigue produciendo manzanas en algunas de sus ramas,



Por la abertura que deja una casa ausente, divisamos la parte donde el valle se abre, y, en una ladera soleada, el pueblo de Vellosillo, también próximo a la despoblación


Bajamos hasta la ribera del Hostaza, y encontramos la zona más vital de Camporredondo, donde se encuentran unas pocas casas arregladas que aún reciben visitantes asiduos. Se trata de un barrio cuidado, con un precioso puente de piedra de dos ojos sobre el río,

 

El lavadero del pueblo,


Vistas de Camporredondo y el hayedo desde la orilla del Hostaza, envidiable entorno




Y, para despedir este reportaje, una mirada a la ladera contraria, la orientada al sur, por donde cae el Barranco de Colajambre, formando una pequeña vega de cultivo, vigilada por los chopos dorados


Dedicado a mi prima Eva, la mayor de las catalanas del alguacil de "El Villar" (Villar del Río), también precioso pueblo, cabeza del municipio al que pertenece este maravilloso alto Hostaza.