lunes, 22 de octubre de 2012

LA SOLEDAD DEL MALSERVAR

Las Fuesas (Soria), 10 de marzo de 2012

El pequeño valle por el que discurre el Arroyo Malservar, antes de desaguar en el río Valdeprado, da alojo a cuatro pequeños pueblos recónditos: El Vallejo, Valdelavilla, Castillejo de San Pedro y Las Fuesas. Valdelavilla estuvo mucho tiempo abandonado, hasta que, hace unos años, se recuperó como complejo turístico rural. El Vallejo continúa desierto, y lo está desde hace décadas. Castillejo y Las Fuesas, nunca han llegado a estar completamente abandonados, y aún conservan una mínima población, especialmente en verano, como atestiguan unas pocas casas bien cuidadas y acondicionadas, pero es común llegarse hasta ellos y no encontrarse ni un alma en sus calles. Como muchos otros pueblos de esta olvidada comarca, tienen muchas antiguas viviendas en ruinas, y algunas de sus calles invadidas de maleza. 

Para visitar estos enclaves, decidimos comenzar por la parte más alta, la zona donde nace el Arroyo Malservar. Es zona intensamente repoblada con pinos laricios (Pinus nigra), muy presente en Alcarama. Seguimos el camino viejo de Sarnago, y en cierto punto nos desviamos hacia el fondo del valle que se abre a nuestra derecha. Al poco de iniciar el descenso, se nos ofrece a la vista el despoblado de El Vallejo, acosado por el bosque que crece a su alrededor.


Un camino ligeramente ascendente nos introduce al pueblo de El Vallejo

Calles invadidas de maleza, y fantasmagóricas siluetas en ruinas de lo que fueron las vidas e ilusiones de muchas personas durante siglos. El entorno es abrupto y rocoso.







En el interior de algunas casas, se aprecian las huellas de la vida pasada, como la marca de hollín de centenares de fogatas en el hogar, o los restos de viejos zapatos




La antigua y sencilla iglesia tiene la misma forma que tantas otras en los despoblados de esta comarca. Son construcciones rústicas, de pizarras encajadas como ladrillos. Por dentro, manifiesta las marcas típicas del abandono y el expolio


 

 Desde estas calles vacías, las vistas al Moncayo son preciosas:



Proseguimos el camino hacia abajo, y pronto llegamos al fondo del valle, donde el bosque deja paso al terreno yermo. Sobre un risco a nuestra izquierda, se alza, impertérrito, el pueblo de Castillejo de San Pedro.

Castillejo visto desde abajo, a medida que nos acercamos a Las Fuesas:


Alcanzamos la población de Las Fuesas, cuyas calles tapizadas de hierba nos reciben vacías, y sus casas, cerradas





Así se ve el cercano casco de Castillejo cuando miramos desde Las Fuesas

Y hacia allí encaminamos ahora nuestros pasos,



El pueblo entero está hecho en pizarra, como es típico de la zona. Las casas guardan una armonía arquitectónica comparable a la del cercano Valdelavilla, y las calles, estrechas y empinadas, conservan la esencia del pasado. Todo el conjunto está muy cuidado, y algunas de las casas están rehabilitadas o se encuentran en proceso. En la jornada que estoy relatando, nos encontramos con un par de vecinos que nos saludaron amistosamente.











La iglesia del pueblo no desentona con el resto del conjunto. Como es costumbre por estos lares, es un edificio pequeño y sencillo, pero muy atractivo. 






Colgado en el risco que se alza solitario en medio del valle, Castillejo goza de vistas privilegiadas. Su emplazamiento en lo alto de la loma seguramente se debiera a motivos defensivos, pues ambas vertientes de acceso son muy escarpadas, como puede comprobarse en este imagen




Debajo, el fondo del valle, en el que se marca el camino por el que llegamos hasta aquí




A lo lejos, en su solitaria ladera boscosa, divisamos el despoblado de El Vallejo



Mucho más cerca, a nuestros pies, vemos las casas de piedra y los nogales de Las Fuesas
 

Deshacemos el camino y visitamos Valdelavilla, bellísima población enmarcada en un no menos bello entorno, que fue rehabilitada en su día, tras décadas de abandono, y ahora funciona como complejo turístico rural de alta calidad. Tomamos un camino de ascenso, de nuevo en el bosque de pinos laricios, para regresar al punto de partida. Ya cercanos a éste, volvemos la vista atrás y se nos ofrece este estupendo paisaje, dominado por el señorial Moncayo, emperador de la cercana Tierra de Ágreda.



Esperando que hayais apreciado la belleza de la soledad como nosotros lo hicimos en aquella jornada, nos despedimos hasta el próximo reportaje.

martes, 16 de octubre de 2012

EL POZO NEGRO

Fresneda de la Sierra Tirón (Burgos), julio de 2009

El pozo negro es un lago de origen glaciar situado en la cara norte de la Demanda burgalesa, junto al límite con la comunidad de La Rioja, marcado por el cordal montañoso que forman, de sur a norte, los picos Torocuervo (1.932 m), Campos Blancos (2.055 m) y Otero (2.049 m). Esta frontera natural separa dos valles paralelos, el del Oja en el lado riojano, y el del Tirón en Burgos, caracterizados por la influencia atlántica, lo que se refleja decisivamente en su diversidad vegetal.

Pasado Fresneda de la Sierra, pueblo burgalés de apabullante entorno natural, tomamos la pista forestal del camino de las Zarras, que conduce al refugio de Tres Aguas. Desde ahí lanzamos el ataque a pie hasta nuestro destino, siguiendo la pista que asciende hacia la izquierda en la bifurcación, bordeando el propio refugio. 

Enseguida nos sumergimos en una fronda muy tupida y extraordinariamente diversa, con multitud de especies arbóreas representadas.


Predominan las hayas, con los hayucos en proceso de maduración para el otoño
  
 

Se puede ver salpicado algún valioso tejo, de los que contamos con escasos individuos en nuestras montañas, cada vez menos, por desgracia. Este es un árbol propio del bosque atlántico, que en nuestro país se refugia en las umbrías de las cordilleras, esencialmente en las septentrionales. Está muy relacionado con las culturas célticas, donde representa la eternidad, como hace el ciprés en las mediterráneas. Esa es la razón de que apareciera en plazas e iglesias de los pueblos del norte de España. La razón de que se le asocie a la eternidad es su gran longevidad, ya que se conocen numerosos ejemplares mayores de 800 años, e incluso algunos milenarios.
Avellanos,

























Mostajos (Sorbus aria),






Serbales de cazadores (Sorbus aucuparia),
 
Olmos de montaña (Ulmus glabra),

Álamos temblones (Populus tremula),
 
Arces (Acer campestre),
 

Para terminar con esta lista, y como no podía ser de otra manera encontrándonos en un término conocido como Fresneda, los cauces de la zona se encuentran profusamente orlados por prominentes ejemplares de fresno. En concreto, en estas montañas la especie que abunda es la versión atlántica, Fraxinus excelsior.

En cierto punto de la ascensión abandonamos la pista forestal para internarnos en la fronda, sombría y fresca, lo que se agradece en plena canícula estival. Corren los arroyos haciendo pequeñas cascadas que aportan humedad al aire, permitiendo el crecimiento de musgos y líquenes en abundancia, que se posan sobre las rocas resbaladizas.


Sobre un tronco, encontramos algunos representantes de seta negra de chopo (Pleurotus ostreatus),

Se nota que vamos ganando altitudes importantes, porque el bosque se va tornando cada vez más claro, hasta que el hayedo deja definitivamente paso a los pastos de alta montaña, cubiertos de brezos. 

Tras la última pendiente, se adivina el circo glaciar del Pozo Negro.


  
Y, al fin, tenemos a nuestros pies la laguna.
Uno de los "excursionistas" no puede resistirse a darse un baño:
Una vez nos hemos refrescado y hemos hecho un alto, decidimos proseguir la ascensión por las escarpadas pendientes del circo glaciar, avistando ya la mansa cumbre del Otero (2.049 m).
  

Y así, podemos disfrutar de una vista del contorno completo del Pozo Negro, con esas aguas oscuras que le dan nombre, enmarcado en este imponente entorno montañoso.

 Despedimos el reportaje, no sin animaros a que visiteis esta impresionante zona de Burgos, que nada tiene que envidiar a los paisajes de la Cordillera Cantábrica, por composición y vistas.