jueves, 27 de septiembre de 2012

PARAMERAS DE TIERMES Y SIERRA DE PELA


Las comarcas del suroeste de la provincia de Soria se encuentran hoy en día muy despobladas, casi tanto como las Tierras Altas, en el otro extremo provincial. Las tierras de El Burgo (en su zona sur) y Berlanga albergan rincones históricos de gran valor, como la ciudad celtíbera y romana de Tiermes, excavada en la roca arenisca dando forma a habitáculos, puentes, puertas, edificios de varios pisos, e incluso un acueducto muy particular; las villas de Berlanga y Retortillo, el castillo de Gormaz, el pueblo amurallado de Rello, la ermita mozárabe de San Baudelio… todo ello acompañado de un románico profuso y esplendoroso, que se encuentra casi por cada rincón.

Lindante con Segovia y Guadalajara, esta esquina de Soria, alejada de cualquier capital, es, ante todo: alta, seca, y fría. Se compone esencialmente de parameras calizas pobladas de sabinares y encinares mediterráneos, y surcadas por imponentes cañones, como los de Caracena y Torrevicente, donde el águila real, el buitre leonado, el alimoche, y algún que otro buitre negro, se erigen en dominadores del cotarro.

Vista lejana del histórico castillo musulmán de Gormaz, dominando páramos de sabinar y encinar

Detalle del castillo y del pueblo de Gormaz. La fortaleza califal de Gormaz era en su día la la mayor de Europa, con un perímetro amurallado de 1,2 km

Estas parameras mediterráneas terminan en la Sierra de Pela, estribación nordeste del Sistema Central que penetra en Soria, en la que el panorama botánico retorna al predominio eurosiberiano, con robledales de rebollo, álamos temblones, y cerezos, entre otras especies. Poco antes de llegar a ella desde el norte, un largo acantilado de roca arenisca rompe el páramo, ofreciendo un valle más húmedo en el que, celtíberos primero, y romanos después, aprovecharon el paisaje para dar vida a una ciudad tremendamente especial, de la que hoy podemos aún observar parte del teatro, el acueducto, los desagües callejeros, y numerosas viviendas y estancias, todo ello directamente excavado en la roca…

Paredes de arenisca en el entorno de Tiermes

Desde Montejo, el camino sigue hacia el sur en busca del pueblo de Pedro, en la Sierra de Pela, desde donde el citado acueducto llevaba el agua hasta Tiermes


Pedro, encantador pueblo situado en la cara norte de Pela, a unos 1200 m de altitud

Vista del nacimiento del río Pedro, junto al pueblo, en ese valle envuelto en bruma, tras una zona de huertas con monumentales nogales

Ejemplar de yesca (Fomes fomentarius) sobre un chopo

Bucólicas imágenes del Río Pedro a su paso por el pueblo del mismo nombre



Pedro cuenta, además de con un paisaje precioso, con una ermita hispano-visigoda del siglo VII, edificio del que lo que más sorprende es su absoluta sencillez



La paz sobria del entorno de la ermita

Siguiendo el valle hacia el este por pistas, en paralelo a la Sierra de Pela, encontramos el despoblado de Sotillos de Caracena, a más de 1200 m


El soto de este pueblo contiene una buena representación de álamos temblones (Populus tremula), especie propia de los bosques boreales, que en España encuentra su hábitat en áreas de montaña

Más hacia el este, la pista nos conduce hasta otro despoblado, Manzanares, entre la Sierra de Pela, al sur…

…y los acantilados de arenisca, al norte

La comarca conserva impresionantes ejemplares de serbal o jerbo (Sorbus domestica), que en su día fueron frutales muy apreciados, capaces de medrar fuertes en las duras condiciones climáticas de estas tierras. En Manzanares encontramos algunos de los más destacables, como éste:

Entre campos de cereal y arboledas, pastados por las ovejas, levanta el vuelo el águila real (la calidad no es buena, el ave se aprecia pequeña en el tercio inferior de la imagen)

Descubrimos también un buitre o abanto negro, infiltrado en un grupo de leonados, arremolinados en torno a la carroña

Después, alza el vuelo majestuoso

No me gustaría dejar de mencionar que este modesto reportaje deja fuera pueblos monumentales, y los sobrecogedores paisajes de hoces calizas que pueden visitarse por aquellas tierras. Y es que las fotos están sesgadas por la ruta de trabajo que seguí aquel día. Muchas imágenes quedan, pues, en el tintero, pero, como bien sabeis los que por aquí paceis, lo mejor es ver las cosas de primera mano y descubrir lo que las fotos no saben reflejar.

Son tierras llenas de ecos, evocadoras, que entroncan con el mundo interior de las personas. Las vastas parameras del suroeste soriano están hechas de tierra y aire atávicos, que llaman a explorar las entrañas de uno mismo. Son como un mantra, que suena con distinta música para cada observador.